jueves, 31 de julio de 2014

BAJO MIS PIES: Carta 15. Km 14: “Conocí y pude contar”


Querida Yolanda. Esta carta llega hoy a San Francisco. Hace ya unos días que tuvo lugar la maratón y por lo que pude ver la cosa fue muy bien. Habéis sido finalmente “finishers” aunque mi admiración empieza en el simple hecho de ser “starter”. He podido ver vuestras caras en algunas fotos. La ilusión en la previa a la cita y las mismas caras ilusionadas durante la carrera. La satisfacción final, el orgullo. Insisto en mi admiración y creo que con algo ya de conocimiento de causa. Las fatiguillas que paso yo para correr distancias mínimas me hacen ver la dificultad enorme para recorrer más de 42 km. Me pregunto – espero que cuentes en tu próxima carta las vivencias desde dentro – cómo ha sido tu carrera, vuestra carrera. Me pregunto también desde mi escaso aguante si en una maratón uno se para, si en algún momento se detiene a respirar intensamente, a hidratarse, si uno puede permitirse ese lujo o no entra dentro de los cánones maratonianos. ¿Qué sucede en la cabeza durante 42 km? Realmente me impresiona vuestra fuerza.
Vi también algunas fotos de los días previos. Me gustó la historia del runner que corre por la causa de los “homeless”. Me recordó la mirada de un chico en la misma situación que bajo una barba larga y descuidada y una mirada hundida y débil, me observaba cada vez que en mi recorrido pasaba corriendo por delante del banco donde veía pasar las horas. Nos miraba a todos pasar. Me hubiera encantado preguntarle qué pensaba de nosotros, esos tipos y tipas que pasan sudando una y otra vez sin aparente motivo. Son esos contrastes que de repente alguien ilumina para que los veamos. 
Hay otros momentos, cuando voy a correr, en la previa y en el camino a casa donde también suceden cosas interesantes y forman parte del ritual de salir a correr. Un camión tenía pintado en la parte delantera una frase que me sorprendió. No era un dibujo de un águila, no era el nombre de la mujer, de las hijas, no era un dibujo sexista, era un simple frase: “Vive la vida. Sé feliz”. Lamentablemente no llevaba el móvil encima para poder haberle hecho una foto pero me hizo llegar a casa sonriendo. En ocasiones, en lo más sencillo, encontramos el mensaje más profundo.


Hay dos espacios que también me fascinan de los veranos. El antes y el después del agua en una piscina. Es algo que de una manera u otra hemos vivido todos en muy diversos lugares y circunstancias. Sabes que paso por delante de la piscina de Can Dragó cuando corro. Las veces que he ido temprano, antes de que abran, el agua tiene ese compás de espera. El sol que empieza a caer cada vez con más intención va dejando un reflejo interesante. Todo el mundo dentro del recinto se mueve con suavidad, como fruto de un respeto mágico por el agua y el silencio que observan y aguardan. Los aspersores de riego suenan como grillos de fondo. Es probable que no sea más que sueño. 
El otro momento es cuando salgo a correr tarde y la piscina está ya cerrada al público. El agua es entonces el descanso del guerrero, los restos de la marea, un movimiento que busca el reposo, la paz. Una tregua con los cuerpos ajenos que invadirán al día siguiente de nuevo la intimidad. Pensar cosas así me ayuda a correr. Escribirlas y reinventar una realidad me divierte mientras corro. Escribir mientras se corre. Pensar en las sensaciones del agua como propias. Crearme una metáfora de agua para mi vida: lanzar una piedra a mi reflejo y esperar a que el agua se calme para mostrarme diferente, saber que ya no soy el mismo. Escribí algo así no hace mucho. Pero hoy por causalidad o casualidad vino a mi este poema de la grandísima Chantal Maillard:
  De su libro "Hainuwele"-: 

Todos tienen algún objeto precioso que ofrecer...

Todos tienen algún objeto precioso que ofrecer:
un cuenco de agua negra en que mirarse,
la piel recién curtida de un leopardo,
un hijo o un potro amado por los vientos.
Pero yo nada tengo:
cuando quiero mostrar tu reflejo en mis manos
te pierdo, y otra noche infinita
comienza, pues al perderte ni siquiera yo
me pertenezco.



Es verdad que cada vez más siento respeto por el agua. Transmisora de información, de vibración.

Desde que viera un documental y leyera un libro de Masaru Emoto mi relación con el agua ha cambiado. Este científico japonés fotografiaba el agua después de congelarla y comparaba su cristalización en función de las frases o músicas a las que había estado expuesta. Los resultados son sorprendentes. Te invito a verlo. Como aprendizaje saqué que es importantísimo la manera que hablamos de nosotros y de lo que nos rodea, de nuestro mundo. Nuestro cuerpo, formado por más de un ochenta por ciento de agua, transmite la vibración de lo que decimos, de lo que pensamos. De ahí la importancia de detenerse a escuchar cómo hablamos y evitar en la medida de lo posible, esas frases que nos autolimitan, nos encarcelan, y nos proyectan como algo que no queremos ser. El lenguaje es una herramienta maravillosa que encierra algunas trampas. Como en todo lo que hacemos, conviene estar despierto, participar de la lengua. Decir pensando. Pensar lo que se dice. Somos como nos contamos. Respirar conscientemente te devuelve el cuerpo. Hablar conscientemente te ayuda a quererte mejor.

Espero tu próxima carta el primer jueves de septiembre. Acumularemos kilómetros en agosto y volveremos a la carga con nuevas experiencias vividas. Tengo ganas de ir al sur. Allá vuelvo a lugares que no tiene espacio físico. Son esos lugares asociados a un sabor, a un recuerdo infantil. La luz, los olores, los sabores. Cambia todo en el sur. Mi tío desde la infancia sigue inventándose noticias de un periódico que sostiene y no sabe leer, y me cuenta historias de riadas e inundaciones, para acabar diciendo “conocí y pude contar”, que sin duda será el título de algún libro mío.

Miro rápidamente atrás. Estas 15 cartas, estos 14 km ya corridos. Te agradezco que propusieras hacer algo y celebro que lo convirtiéramos en esto. Para el 2015 creo que me propondré hacer una carrera pequeña, de esas de 5 km o así. El otro día se me pasó por la cabeza la satisfacción de hacerlo porque implica preparación y constancia. Es buena señal. Veamos que sucede. Septiembre esta lleno de retos: empezar a poner en marcha todo lo que estoy aprendiendo de fotografíaterapéutica. Tengo dos nuevos proyectos en mente: uno tiene que ver con la visualización de la mujer en la sociedad (cuento contigo para este proyecto) y otro con una revisión, 20 años después, del barrio de Torre baró a través de fotografiar a educadores y los que fueran niños para ver en qué momento está el barrio, los chavales y nosotros. Ya te iré contando. 
Disfruta del verano y espero leerte muy pronto. Descansa, entrena y disfruta de esa buena compañía a tu alrdedor.


Un abrazo


Ventu

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